Ranas y sapos, los mensajeros del dios de la lluvia

Los antiguos mayas concebían el mundo como sostenido por un cocodrilo o una tortuga gigante, símbolos de estabilidad y conexión entre la tierra y el inframundo. Además, atribuían a las ranas y los sapos un papel sagrado: eran considerados mensajeros y músicos del dios Chac, deidad de la lluvia y el agua, cuya presencia era vital para la agricultura y la supervivencia de sus comunidades. Según esta creencia, los cantos de estos anfibios anunciaban la llegada de las lluvias, funcionando como señales naturales que guiaban las actividades agrícolas y rituales, y reforzando así la profunda conexión de los mayas con la naturaleza y sus ciclos.



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